Con las diéresis sobre el sarcasmo

El Chigüire Bipolar le pone sátira a la política y Güatafoc apunta su lupa filosa sobre el día a día venezolano. Para estas agencias creativas que buscan huirle al chiste fácil, no hay noticia o producto aburrido, sino mal presentado

Joanny Oviedo

El Chigüire Bipolar:
Nada que ver con límites

Oswaldo Graziani y Jesús "Chucho" Roldán.
Crédito: Luis Toro.
Una desilusión “laborosa” fue lo que accionó el sarcasmo contenido en Juan Andrés Ravell y Oswaldo Graziani. En 2005, habían renunciado al canal Sony para abrir la agencia creativa Plop y así poder escribir, como outsourcing de la televisora, los guiones de “Nada que ver”, serie animada que se burlaba de lo absurdo de la política en el continente americano. Pero en 2008 el programa se canceló, por el escozor que había generado una broma en Chile, y los comunicadores habían quedado sin trabajo.

–Estábamos creativamente frustrados y dijimos “me gustaría hacer algo tipo ‘Nada que ver’, pero de humor político para Venezuela, en el que aparte de Chávez, pudiéramos hacer referencia a Coquito, Ledezma, a personajes locales” y entonces salimos con nuestro blogcito de noticias falsas. Recuerdo que el primer post fue lo que había en la computadora de Raúl Reyes: su récord en Buscaminas y esas vainas”, dice Graziani sonreído.

Sus inspiraciones: la página estadounidense The Onion, el humorista caraqueño Otrova Gomas, y los programas The Daily Show y The Colbert Report.

¿Y yo?

El Chigüire Bipolar se convirtió en un boom de humor político en el país, con 40.000 visitas diarias, más de 400.000 seguidores en Twitter y unos tantos detractores, entre otras cosas porque Juan Andrés es hijo de Alberto Federico Ravell, ex director de Globovisión. ¿Qué hace para deslindarse de su papá? “Nada. Para así no echarle más leña al fuego. El otro día nos metimos con Mario Silva y en su programa dirigió todos los insultos hacia ‘el hijo de Ravell’, y yo picado como ‘insúltame a mí también, soy hijo de Graziani’. Él ni se preocupó por saber que hay más gente detrás de esto”, dice Oswaldo relajado. “Si supieran que al papá de Juan Andrés no le gusta que nos metamos con la oposición, pero nosotros tenemos independencia”.

Aparte de Ravell, de 32 años, y Graziani, de 29, jefes editoriales de la página, El Chigüire está compuesto por el comunicador Elio Casales –de 34 años, a quien conocieron en Sony–, el comediante y arquitecto Led Varela, de 26, y Jesús Roldán, de 23, publicista y coordinador creativo de la página.

Como Elio vive fuera del país y Led está en otros proyectos, hacen las tormentas de ideas a través de correos en los que uno propone “pasó esto en el país, ¿qué hacemos?”, y todos dan su punto de vista. “A pesar de que uno termina viendo algo súper cómico, todas las conversaciones de El Chigüire empiezan con algo serio. Tratamos de buscar un ángulo creativo que ponga a la gente a pensar”.

Flotandito
“Isla Presidencial” –episodios animados en los que 12 mandatarios naufragan en un viaje en yate del ex Jefe de Estado de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva– es uno de los orgullos de El Chigüire, pues es la oportunidad de mostrar contenido político audiovisual “sin que un gerente dijera ‘quita esto, va a causar controversia’”.

Desde 2010 tiene tal recibimiento que hasta sus protagonistas siguen las entregas. Pasó con el presidente Chávez, que en cadena nacional con su homólogo de Bolivia, Evo Morales, comentó la serie. Oswaldo lo recuerda contento y se atreve a imitar el momento: “‘Evo, ¿no has visto que tienen una comiquita de nosotros? Salimos pescando y yo lo que hago es cantar y hablar. Yo gozo un puyero, nos hacen la voz igualita’, decía”, y ante eso se pregunta: “Si Chávez se lo tripea, ¿cuál es la excusa de los anunciantes para no invertir en Isla? Y lo mismo con El Chigüire”.

–¿No le ven el queso a la tostada?
–No [risas]. Con Plop tenemos marcas importantes como Diablitos, Movistar, PepsiCo, Tu Descuentón, Fru-fru y otras, que es lo que nos financia. El Chigüire no es rentable en sí mismo. ¿La razón? La política. Nuestro objetivo con la página no es económico, sino estratégico: es un laboratorio para probar contenido, técnicas de redes sociales y tener una audiencia cautiva.

–¿Con Isla pasa igual?
–A mucha gente le parece suave con Chávez o con Uribe, pero esa es la idea, que nos metamos con todos por igual. Isla tiene más de 13 millones de visitas, que es récord en América Latina, pero carga las consecuencias de hacerlo independiente.

–¿Y cuánto cuesta hacer un episodio?
–Pararrayos, la empresa que hace los audios, no nos cobra; Emilio Lovera, tampoco; pero la animación, que la hacen en Argentina los mismos de “Nada que ver”, requiere muchas horas-hombre y la pagamos: tres minutos de Isla son tres meses de trabajo y cuesta unos 10.000 dólares. Ya vamos a lanzar el sexto episodio, que probablemente sea el último justamente por eso.

Güatafoc:
Guerrilla universitaria

De izquierda a derecha: Iván, Pavlo y Diego.
Crédito: Andrés Moncada.
Nadie entendía lo que pasaba. Las paredes de la Ucab habían amanecido tapizadas con afiches de Tom Selleck y la frase “Admítelo, quieres un bigote como este”, mientras que entre los papelitos arrancables que ofrecían cursos de Photoshop y formas fáciles de ganar dinero, se habían colado otros iguales, pero distintos: “Se regalan papelitos gratis”, decían, y el resto de la página estaba en blanco. Algunos incluso recibieron de vuelto un billete con una Manuelita Sáenz bigotuda: un mostacho gordito y largo la había masculinizado. Las acciones tenían una firma desconocida: @Guatafoc. La gente empezó a preguntarse en Twitter “¿Qué carrizo es esto?”.

–Me fastidiaba ver los mismos afiches de “doy clases de no sé qué vaina” y que todo era muy cuadrado: vas pa’ clase, te vas de clase. Entonces le pedí a mi papá, que tiene imprentas digitales y litografías, “oye, imprímeme 200 afiches de esta broma”, y Diego (Celi) y yo arrancamos a hacer “guerrilla” en la universidad– cuenta Iván Almaral, con su mejor voz de cool-intelectual.

Se cambió de Sociología en la Ucab a Estudios Liberales en la Unimet, y su amigo Diego, a Comunicación Social en la UMA, y a pesar de la distancia, ambos -de 22 años- decidieron abrir juntos un blog en el que su sarcasmo encontrara una válvula de escape. Pavlo Castillo, veinteañero y futuro comunicador de la UMA, se uniría más tarde.

Ha pasado apenas un año y ya Güatafoc tiene página Web, más de 8.000 seguidores en Twitter y es, además, una agencia creativa que aún sin oficina ha logrado atraer clientes medianos y grandes que buscan una publicidad arriesgada, minimalista y picantosa: han trabajado con Durex y FM Center; La Mega Estación, donde tienen una sección en el programa “2 horas de música Mega” de Francisco Granados; y con Wall Street Institute, al que le recientemente le hicieron una trilogía de comerciales.

Juntos y resueltos



Evaden la “publicidad estéril y trillada” y se esfuerzan por esquivar el acontecer nacional, aunque de vez en cuando dejen colar una que otra broma política, como una imagen que publicaron tras el sepelio de Carlos Andrés Pérez en la que el ex dirigente aparece saltando charlos en el 78 y lleva al lado el logo de Nike con la leyenda “CAP/ Air. Just do it”. Iván explica: “Probablemente estemos viviendo una de las peores épocas del país, pero queremos crear un espacio donde eso no importe, y traer el humor de vanguardia europea y norteamericano a referencias nacionales, porque no puede ser que cualquier movimiento creativo tenga que bajar su nivel para que lo entienda todo el mundo. Eso de que el venezolano es inculto es falso”.

Diego es el relacionista público; Iván, el más diestro en Photoshop; y Pavlo, el creador de las listas de canciones que cuelgan en su página y comparten por Lastfm. Son tres personalidades distintas de acuerdo en tres cosas: que se niegan a usar flux, prefieren las reuniones informales a las de mesas de oficina y sus horarios de trabajo van “desde que salen de clases” hasta que “entran a clases otra vez”: “La idea es no cerrar la llave (de la creatividad) en ningún momento del día. Mi novia se molesta y la de Pavlo también, pero eso hace que no te conformes con lo primero que te viene a la mente”, dice Iván.

En la Web, donde colocan contenido propio, resuelven con lo que saben de diseño, pero con sus clientes prefieren hacer el copy (la idea) y buscar quién lo haga bien y como quieren. ¿Y cuál es la meta de Güatafoc? “Nooo, pensar eso va 100% en contra de nuestra filosofía”, a lo que Diego suelta orgulloso: “Esto es de lo que vamos a vivir”.

Sólo un bigote
 
En noviembre del año pasado, Plop lanzó la página Web “El Mostacho”, “un Chigüire no político, en el que hablamos de JLo, Alicia Machado, etcétera, y para el que ya hay anunciantes en fila levantando la mano”, asegura Oswaldo Graziani. Por la referencia al bigote, idea que afirma venían cocinando hace años, decidieron comunicarles sus planes a Güatafoc. La respuesta de Iván Almaral: “Su proyecto no interfiere con lo que nosotros hacemos y ya pensábamos abandonar el bigote con el que habíamos salido”. Es por eso que días antes del lanzamiento oficial de “El Mostacho”, la agencia creativa Güatafoc publicó en la Web “Un pelo”, cortometraje en el que con gracia se desprendieron de su mostacho original justificando que “a veces un bigote es sólo un bigote”.

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