Chataing sueña con ser Renny

Si le permiten, a Luis Chataing no lo para nadie. Como si un tsunami creativo le hubiera tocado en suerte aquel año del terremoto caraqueño que lo vio nacer, el locutor de radio, humorista de salón, conductor de TV, y ahora  también hombre de teatro, es el vívido ejemplo de una generación que se empoderó de los medios de comunicación sin sustos tecnológicos. ¿Cómo ha conseguido vivir al borde del éxito? Quizás porque le angustia “quedarse en la nota” y repetirse a sí mismo, como dice, o acaso sea Renny Ottolina lo que lo impulsa

Joanny Oviedo

Luis Chataing pone la sexta taza grande de café negro sin azúcar en la mesa. Ya está vacía. Eso, mientras despide De nuevo en la mañana, el programa de radio que hace todos los días de 6:00 am a 9:00 am por La Mega 107.3 FM. Más tarde, en su casa, adonde generalmente se devuelve a arreglarse con más calma, lo esperan otros dos negros cortos para ayudarlo a aguantar la agenda de actividades que él mismo se ha impuesto y que lo mantiene vivo: además de la radio, escribe su columna “Así lo veo” para el diario El Nacional; los miércoles y jueves en la noche, presenta su segundo monólogo “Si me permiten”, en el Teatro Luisela Díaz de Caracas, y los fines de semana se lleva el show al interior del país.

Y allí, sobre las tablas, el humor hace todo tipo de catarsis, aún política. “Yo me he dedicado al humor político como válvula de escape. Muchas veces la gente no quiere ni leer los periódicos porque está hasta aquí (se lleva la mano a la frente), entonces uno absorbe esa noticia, la transforma a través del humor y, por un lado, cumple la función de informar, pero por el otro busca que la gente no perciba la realidad como una guachafita. Al final, uno queda agotado en el medio de esas dos cosas”, explica el humorista de 44 años, recién cumplidos.

Admiración que motiva


Su ideal es ser una versión moderna del fallecido narrador, animador y político Renny Ottolina. Era seguidor de sus programas, y pese a que nunca lo conoció en persona, sí visitó en varias oportunidades la casa de este hombre de medios, pues su papá, Alejandro Chataing Roncajolo, formó parte del Movimiento de Integridad Nacional, el partido que lanzó a Ottolina para las elecciones de 1978.

“Renny era un sujeto que vivía en su estudio. Pedía que le dieran 10 minutos en su escritorio y ahí dormía y recargaba energía. Era un tipo que rompía con los esquemas y que inspiraba por su pasión de innovar, por lo crítico que era con su trabajo y por su compromiso con el país. Yo soy así”, admite.

Él, por su parte, es competitivo, y le angustia “quedarse en la nota”, repetirse a sí mismo. Se esfuerza tanto que, no ha terminado su gira con “Si me permiten”, cuando ya tiene listo el concepto de su tercer monólogo. “Yo nunca doy un día por sentado”, enfatiza.

No se detiene, y cuando tiene más actividades de las acostumbradas, lo matiza con un Red Bull. Desde su camerino en el teatro, la luz tenue le resalta las ojeras, pero el cansancio no se le siente. Se toma una hora y media de “descanso” antes de salir a escena y acompaña su bebida energizante con sus infaltables galletas Susy y tostones, su laptop y su Blackberry Slider. Aprovecha de revisar su Twitter, ponerse al día con las noticias y repasar su monólogo.

Carlos Angustia

Mientras que en el teatro siempre tiene golosinas, en su casa, más bien se las esconden y él, a su vez, se esconde de la cocina. “A veces me gustaría que me hiciera un sanduchito”, asegura su esposa, la publicista Ximena Otero. Es ella quien paga las consecuencias del exceso de trabajo y cafeína. “Impresionante la cantidad de veces que se está levantando en la noche últimamente”, comenta. “Yo creo que él está durmiendo y al mismo tiempo está trabajando, imaginando. Siempre ha sido sonámbulo; la última vez, por ejemplo, me levantó para escondernos debajo de la cama porque creía que había unos tipos en el apartamento. Siempre tiene alguien que lo está buscando o lo va a asaltar, y siempre trata de proteger a mi hija: ‘Busca a Ximenita’, dice”.

El temor le viene desde que un día, al salir en la madrugada de la 92.9 FM, luego de transmitir en vivo su primer programa de radio, Tarde o Temprano, seis hombres armados lo encañonaron desde la emisora hasta su apartamento en Los Samanes, donde vivía con su primera esposa, la española Apolonia Danés.

Por eso, cuando vio por primera vez una cuña de Seguros Constitución en la que un hombre no puede dormir por el miedo a que le roben su carro, se dijo a sí mismo: “Yo soy el propio Carlos Angustia”.

Golpe telúrico

Este “fenómeno” mediático, de hablar rápido, ideas que fluyen a borbotones, un repertorio amplio de gestos y portador de un “motor que sabe que no se puede apagar”, como él mismo lo admite, coincidencialmente nació en 1967, el año del terremoto de Caracas. Pero la personalidad de Luis Chataing no sólo tiene influencias telúricas, sino también creativas, pues proviene de una familia de arquitectos reconocidos. Su padre Alejandro Chataing Roncajolo, su abuelo Luis Eduardo Chataing y su bisabuelo Alejandro Chataing Poleo participaron en la proyección de construcciones importantes como el Liceo Andrés Bello, el Hospital Militar, el Nuevo Circo de Caracas, el Museo Histórico Militar e incluso el Arco de Carabobo.

“Y pensar que yo soy torpe, torpe con las manos y con el dibujo técnico. En el colegio El Alba, donde me gradué de bachiller, me decían ‘qué vergüenza, chico, si tus parientes estuvieran aquí’”, recuerda serio.

El mismo Chataing que fue expulsado de los colegios El Ángel y el Champagnat por mala conducta y que no terminó la carrera de Administración en la Universidad Metropolitana, es ahora un profesional ordenado y responsable, tan exigente consigo mismo como con los demás. “Cuando algo no le gusta, él sólo hace silencio, pero ese silencio te puede matar”, afirma Jorgita Rodríguez, productora de sus monólogos y con 17 años de experiencia en el teatro.

Esa disciplina le viene de su abuelo materno, el coronel y exgobernador del estado Miranda José Victoriano Zambrano, un hombre cuyas raíces castrenses no estaban en disputa con el calor de hogar. “Yo fui el primer nieto de doce –dice Chataing– así que él siempre fue muy cariñoso conmigo”.

Con los Zambrano compartiría la mayor parte de su vida, luego de la separación de sus padres cuando tenía 6 años. A esa edad no entendió lo que implicaba el divorcio, hasta que le tocó vivirlo en dos ocasiones: la primera con Danés y la segunda con la modelo venezolana Daniela Kosán. Pero le apuesta al matrimonio con Ximena: “Para mí conformar mi propio núcleo familiar siempre fue una prioridad. Por eso creo tanto en casarme, llegar a la casa, atender a mi esposa, tener mis hijos. Eso para mí es el motor de la vida”.

Va la vencida


A Ximena la conoció en marzo de 2007, cuando la joven valenciana, agobiada por el trabajo en su propia agencia de relaciones públicas, decidió tomarse un fin de semana libre en Caracas y una amiga le presentó a su primo, Luis Chataing: “Me impresionó lo agradable, súper conversador y perseverante que es. Al fin de semana siguiente me fue a visitar a Valencia y desde entonces hemos estado juntos”.

Han vencido la distancia. Tras seis meses de noviazgo, mantuvieron la relación mientras él estuvo en México un año y ella seguía viviendo en Valencia, hasta que decidieron mudarse juntos a Caracas. Ella dejó su ciudad y comenzó desde cero: a hacer nuevas amistades en la capital, a conseguirle un colegio a su hija y a trabajar por su cuenta.

“Dejé todo queriendo dejarlo. Para mí convivir con la inteligencia y el humor de Luis es demasiado divertido. Es muy atento y antes de irse a las 5:30 am me da un beso. Y cuando finalmente me despierto, ya tengo su primer mensaje. Estamos en contacto permanente”. Su voz, normalmente suave, se vuelve aún más dulce para completar la frase: “Su presencia en cada momento es una caricia que te llena la vida”.

Cuando Chataing no tiene presentaciones, él, Ximena y Ximenita cenan religiosamente en la casa a las 8:00 pm. De resto, todo depende de qué tan apretada esté su agenda. Eso sí, siempre saca un espacio para su familia, o su familia para él.

Sobre esta lucha por encontrar un balance trabajo-diversión, él sentencia: “Para mí no hay nada más triste que tener éxito en algo si no tienes con quien compartirlo”.

Sen- sa-cio-naaal

Hace chistes sobre Daniel Sarcos, el ex de Súper Sábado Sensacional, pero más allá de eso, Chataing confiesa que algún día le gustaría conducir ese show. “Lo haría, junto a Érika (de la Vega), si me dejan meterle mano al programa”. Y va más allá: “Que yo animara el Miss Venezuela con ella, ¡sería una cosa fantástica! Volcar un espectáculo que tiene mil años repitiéndose a sí mismo y estar a la altura de los cambios, sería un riesgo interesante a correr”.
*Texto publicado en mayo de 2011 en el suplemento dominical "díaD", del diario 2001.

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