Luis Tascón dejó cosas por decir


El hombre rechazado por opositores y chavistas radicales, pero de trato amable; el político de izquierda que admiraba al presidente Chávez y aún así le exigía respeto, y el chamito de Capacho que descubrió el mundo en la ULA, murió de cáncer el 12 de agosto de 2010, a los 41 años, sin haberse devuelto a su tierra natal a contemplar vacas y escribir sus memorias. “Creo que tengo muchas cosas que contar”, dijo. Y en esta entrevista inédita realizada en marzo de 2008, lo hace

Texto: Joanny Oviedo  
Foto: AP
Luis Tascón tenía unos impactantes ojos verde claro y una mirada escudriñadora que, aunque afable, no te dejaba sentir en confianza. En mono deportivo abrió la puerta de su apartamento en Los Caobos esa mañana de marzo de 2008, con el cabello rubio peinadito y el acento andino de siempre. “Los gochos tenemos la cabeza plana, porque dicen que nos dan un golpe así (el mismo se da un lepe en la nuca) y ‘pa’ Caracas’”, se carcajea ahogado como un niñito mala conducta.

Era un chavista raja’o, a pesar de que semanas antes de la entrevista su figura de revolucionario había “caído en desgracia”, tras ser expulsado por segunda vez del PSUV, acusado de ser “ficha del Imperio” por denunciar un presunto caso de corrupción cometido en la gestión del superintendente del Seniat, José David Cabello Rondón, mientras estuvo al frente del Minfra.

De padres colombianos, Alba y Luis Carlos, Tascón fue un ateo que vivió “una infancia pobre, pero feliz” con sus hermanos Blanca, Carlos, Ricardo, Francisco y Daniel, el menor, y que, ya convertido en diputado, solía levantarse todas las mañanas directo a prender el televisor antes de irse al hemiciclo. ¿Pone VTV? “Hago un recorrido completo por Globovisión, RCTV, Venevisión, Televén, todos los canales nacionales, y CNN”. Después, hace ejercicio.

Salió a trotar temprano. ¿Siempre lo hace?
–Sí, estoy trotando en el parque Los Caobos todos los días porque engordé bastante por el curul, la inactividad y aparte que uno al ser figura pública, se restringe mucho de salir, ir a centros comerciales, tener una actividad normal.

Y además ya no se mueve en metro.
–No, yo ando en mi moto, el vehículo especial para las colas de Caracas. Yo prefiero eso a una Hummer, un Ferrari o un Volkswagen: yo en cinco minutos en la moto estoy en la Asamblea.

Pero sí le gusta hacer deporte.
–Bueno, el parapente, aunque es peligroso. De hecho Diego, un amigo mío abogado, se mató frente a mí. Él salió primero y se estrelló contra la montaña en la represa de Caparo. Nosotros tuvimos que ir a recogerlo mientras llegaban los rescatistas. Ese es uno de los momentos más terribles de mi vida. Después, volví a volar solo. Es fascinante, vas sintiendo el viento, es rico.

Si ese es el peor, ¿cuál ha sido el recuerdo más gratificante?
–Muchos, con mi familia sobre todo, mi hija Natalia, que tiene cinco añitos, y mi esposa, Dayana Natalí, que ahorita está trabajando en San Cristóbal y viajo a verlas los fines de semana.

Prefiere que estén en Los Andes.
–Dicen “en pueblo pequeño, infierno grande” porque hay mucho chisme, pero yo creo que es positivo porque tú existes gracias al chisme, en cambio en una ciudad eres un número, se pierde la humanidad, la interacción.

Y usted no se ha mudado del Oeste.
–El Este es zona roja escuálida (risas). Para mí es más peligroso Prados de Este que el 23 de Enero. Por eso tengo tres años viviendo por este lado.

¿Y cuántos en Caracas?
–Me vine cuando terminé la universidad en el 93 y trabajé hasta el 95 como ingeniero inspector en la construcción de la línea 3 del Metro. Luego en Táchira trabajé por mi cuenta construyendo pizarras electrónicas con mi hermano, y en 2000 regresé como diputado.

¿Toda su familia es de izquierda?
–En Cali viven mi abuela y mis tías por parte de mamá, que son uribistas horrible –dice sonriendo sarcástico. En cambio, en la familia que se vino para Venezuela con papá y mamá somos todos de izquierda.

Y el interés por la política surgió en la universidad.
–No, es de toda la vida. Mi mamá es una sala situacional en sí misma (se ríe), es un Google, vive actualizada entre la política venezolana y la colombiana. Y mi papá es muy intelectual. La universidad fue el descubrimiento. A los 17 años empecé a “militar” con la Desobediencia Popular del entorno de mi hermano Paco, cuando entré en Ingeniería Eléctrica. Creo que estoy regresando a ser anarquista porque mientras más estoy en este Estado burgués, más veo la necesidad de construir uno diferente.

¿El actual es burgués?
–Sigue siendo burgués. Nosotros lo que hicimos fue cambiar de protagonista, pero el Estado tiene la misma cultura del funcionario público: en vez de ayudar, entorpece; y en lugar de ser una palanca para el desarrollo y la libertad, es una herramienta para el atraso y la opresión.

¿Y cuándo empezó su atracción al proceso revolucionario?
–El 4 de febrero, cuando yo estaba en mi apartamento en Mérida y Chávez dio el “por ahora”, el valor me impactó. Ya a principios del 98 empecé a militar en el MVR en Capacho, del que soy fundador.

¿Aún admira a Chávez?
–Claro. Yo lo veo como a un ser humano con una gran capacidad de liderazgo y un enorme carisma. Por eso cuando uno admira y respeta a un líder, también desea al menos respeto, que fue lo último que le solicité a Chávez. Ojalá hubiese espacios para hacer denuncias internas, pero no los hay. Por eso quien nos hace daño no es la oposición mediática, sino los errores que nosotros mismos (los chavistas) cometemos. Con mi conflicto quedó demostrado algo terrible: la existencia de intocables dentro de la revolución.

Respecto a la “lista de Tascón” ha dicho: “Lo volvería a hacer si se me presentaran las mismas circunstancias”.
–A mí me utilizaron para estigmatizar una persecución mutua que sí hubo: de chavistas a los que firmaron contra Chávez, y de opositores contra personas que trabajaban en sus espacios y no firmaron.

Pero el propósito de publicar la lista…
–El propósito era buscar el fraude. El problema no es que yo haya publicado, sino que la información era pública: Súmate vendió la base de datos y el CNE la entregó a todos los partidos. A mí Jorge Rodríguez me entregó el disco contentivo de las firmas, por ejemplo. Yo creo que debemos buscar otro mecanismo para el revocatorio que no exponga al ciudadano a la retaliación o reducir los períodos de gobierno para eliminar esa figura porque firmar es ya un voto abierto.



* Entrevista publicada el 14 de agosto de 2011 en el suplemento díaD del diario 2001.


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