Un día para adorar

Una mujer-perro queda al frente de un reclutamiento intergaláctico masivo. Con su danza, nos indica los pasos necesarios para seguirla y sumarnos a su civilización, mientras las imágenes y el sonido del cosmos circundante nos absorben en una dimensión paralela llena de simbologías y lenguajes híbridos. Música, expresión corporal, visuales y textos galácticos conforman la pieza multimediática Adoración, que se presentará de agosto a octubre en el Planetario de ciudad de La Plata

Joanny Oviedo



Adoración from Somos Adoración on Vimeo.

Brrr… Escalofríos. 
Los murmullos alienígenas no paran de rodearnos: se escuchan adelante, atrás, a los costados. El domo es un planeta, el Planetario es un domo que está siendo tomado. Todo parece ajeno, desconocido, menos ella: su cuerpo es humano, aunque sus orejas puntiagudas y hocico erecto nos confundan. Desliza sus brazos con suavidad y sin apuro, pero a veces sus movimientos se aceleran sin razón, y con sus patas (¿o pies?) empuja el suelo como lo hiciera un caballo segundos antes de echar a correr. Ella es mezcla: nos despierta calma, temor e incertidumbre a la vez. Además, nos da instrucciones, ¿pero de qué? Aceptémoslo: estamos a su merced.

Adoración, una obra performática en la que el espectador es partícipe de lo que sucede, representa la llegada hipotética de una civilización que viene a llevarnos a un nuevo mundo, uno paralelo, que transcurre entre el pasado y el futuro en el domo del Planetario de La Plata, donde estamos ahora –en el presente- sentados. La pieza, creada por la bailarina y actriz Ana Caterina Cora, el músico y compositor Ezequiel Tedesco y el diseñador de imagen y sonido Javier Di Benedictis, presenta un sincretismo sensorial de lenguajes en el que danza, melodía, audiovisuales y palabra escrita se van alternando el rol protagónico.

Así como la muestra es el resultado de un ensamble conjunto, la entrevista se fue construyendo con ese ritmo colaborativo propio de las tormentas de ideas. “En un momento surgió esa propuesta: hagamos un ritual dentro del Planetario”, comenta Cora, a lo que Tedesco completa: “Queríamos intentar que ese ritual fuera una abducción y después éste fue virando. A partir de ahí, empezamos a trabajar cómo se debía presentar al representante de esa civilización, cómo tenía que enseñarle a la gente a adorarlo y cómo efectivamente la gente lo iba a adorar”.

Foto: Sergio Montúfar Codoñer
Cada uno aportó su visión para lograr esa “conquista” sin la reticencia del público, aprovechando, por un lado, la majestuosa convexidad del planetario, y buscando superar, por el otro, las barreras que implica ese espacio: la ausencia de escenario, la presencia de barandas en la parte delantera del lugar y la necesidad de evitar que la obra se convierta únicamente en una “pirotecnia” de audiovisuales impactantes para también darles su momento a la danza y la música en vivo.

“Las ideas quedaron como líneas tiradas y cada uno, desde su lenguaje, empezó a construir sentido. Entonces, no le dedicamos mucho tiempo a decir ‘que se entienda esto’. Trabajamos en el cruce de los materiales que cada uno proponía, el movimiento, el sonido, la imagen, y cómo eso se resolvía, sin bajarle un sentido narrativo demasiado fuerte. Nos interesaba mucho que lo vivieran como una experiencia más que como una conclusión, que se entregaran a la experiencia del planetario”, explica Cora, quien es licenciada en Composición coreográfica, mención “expresión corporal” de la Universidad Nacional de las Artes.

En la obra, ella es el lazarillo que va a guiar a los perceptores de Adoración, pero a su vez el perro “es adoración en sí mismo”, señala. “Es adorable, dulce, algo que uno quiere tener cerca, que trasmite esa cosa de bienestar, de sentir un mimo. Apelamos a eso porque pensábamos que adorar a un dios o a una civilización son concepciones medio lejanas a nuestro cotidiano. En cambio, este lazarillo es alguien que está cerca del espectador, porque está vivo igual que él”.

De hecho, la vivencia es tan personal que en ningún momento la guía nos dice exactamente qué tenemos que hacer. Ni siquiera nos mira, solo clava su mirada en un horizonte invisible, se desliza con señas mudas y las únicas palabras que aparecen proyectadas están al revés y avanzan veloces y oblícuas cual intro de Star Wars. La respuesta no existe.

EN UNA GALAXIA LEJANA

Foto: Sergio Montúfar Codoñer

La mayoría de los ensayos se dieron en la ciudad de Buenos Aires, ya que Ana Caterina, Javier y Ezequiel residen allí. Por eso, fueron pocas las veces que viajaron al Planetario de La Plata a poner en práctica aquel hilo creativo que habían estado armando a la distancia. La elección del domo de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas había sido producto de una coyuntura más que de una búsqueda consciente.

Cora relata el origen de esta invitación a idolatrar: “A fines de 2014, nos enteramos de que el Planetario de La Plata estaba abriendo su programación a propuestas no solamente educativas, sino también a un ciclo de cine, bandas que iban a tocar, etcétera. Como yo sabía que Ezequiel era músico, le conté la idea. Paralelamente, apareció Javi, el rey del video [risas], a quien conocí por medio de Eze. Entonces, teníamos la posibilidad de postularnos para aprovechar ese espacio y teníamos a tres personas que se dedicaban a hacer cosas diferentes: música, video y escena. Dijimos ‘¡hagamos algo!’. Presentamos la carpeta y el proyecto se aprobó”.


Entretanto, Di Benedictis estaba viviendo en Brasil y, desde allí, le había pasado a Tedesco un cortometraje que había dirigido llamado Héroes, que sirvió como disparador de Adoración. El músico, trompetista, pianista y tecladista, lo recuerda así: “Era una especie de spot de televisión post-apocalíptica. Hacía referencia a un conjunto de seres del cosmos y había mucha presencia de una civilización o de un grupo de alienígenas tratando de comunicarse. Cuando se lo mostré a Ana, cerraba como idea; entonces a mediados de 2015, nos empezamos a juntar para armar esta obra. Obviamente, un domo tiene una referencia muy densa a lo espacial, lo cosmológico, así que empezamos por ahí, y al toque surgió el tema de la visita de una civilización extra planetaria”.

Cora interviene: “Tampoco nadie frecuenta un planetario en la vida cotidiana, entonces pensamos: ‘¿Un planetario a qué nos lleva?’. Nos llevaba a ideas de documental, del espacio, de alienígenas, de dominio de una civilización sobre otra. Y también a todo lo fantástico de ciencia ficción que tienen esas historias”. Di Benedictis toma partido: “Recuerdo que queríamos crear una mitología. Básicamente, empezamos a analizar qué cosas entran en ese territorio ontológico y a partir de eso llenar simbologías que tuvieran relación con lo humano, pero que también dejaran un espacio abierto a que cada espectador completara la experiencia con su imaginación. Había que controlar un poco la ansiedad y dialogar con la escena: que la danza y el cuerpo presente tuvieran su momento, y la música y la imagen también, que haya espacios de diálogo entre los lenguajes y que se generaran cosas que no estaban ni en uno ni en otro, sino en una combinación de éstos”.

La bailarina enmascarada nos muestra una y otra vez el reglamento básico para pertenecer a su clan. Desde un piano, suenan notas melodiosas, clásicas, relajantes. Pero una trompeta invisible irrumpe desde el fondo de las butacas, se pasea por el costado y pasa al frente entonando notas de gran textura que parecen anunciar que algo grande se avecina. La danzarina galáctica, inspirada en Osiris y en la ternura canina, da pasos delicados en franca retirada. Quedamos solos, desnudos frente a un universo de música sintetizada y colores vivos, que se expanden y se contraen en el techo. Por alguna razón, la situación me remite al flash de luces finales de 2001, odisea en el espacio, de Stanley Kubrick.

En referencia a este punto, Ezequiel expresa: “La película, y creo que también Adoración, tienen una estructura canónica de lo que en la música sería la sinfonía: un movimiento rápido, un adagio, (cuando la música es solo el piano y aparece la trompeta es como un adagio), luego un poco más agitado y subdividido y después un gran final".

Foto: Sergio Montúfar Codoñer
                                                                   
ADORACIÓN

Fechas: domingos 21 de agosto, 4 y 18 de septiembre, y 2 de octubre.
Lugar: Planetario de la ciudad de La Plata (Av. Iraola y Calle 118. Paseo del Bosque).
Hora: 18:30 horas
Entrada: libre y gratuita

* Entrevista publicada en la revista Dínamohttp://www.revistadinamo.com/?p=7972 

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