El que no luce, LOOSES

A juzgar por su perfume, él podría ser cualquiera. Su olor pasa desapercibido cuando queda atrapado entre el hedor a calor adoquinado, billetes toqueteados y cuerpos sudorosos que transitan esta calle. Pero su look, ay, su look, ¡ese sí que se destaca! Los shorcitos y las sandalias
desaliñadas de los turistas
no pueden competir con tanto estilo.

Un destello fucsia detiene las miradas en su
camisa de seda y, de inmediato, ese entrelazado
inquieto de manos que se abrazan-se sueltan, se abrazan-se sueltan, hace poner el foco en semejantes anillos:
brillantes, rojos, ostentosos como los de un magnate.
"De alguna manera hay que destacarse
de los jovencitos de hoy", pensará él.
Visto así, nada, nada de eso,
nada de lo que lleva puesto fue un error.



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