"El muro no va a caerse por la acción de unos pocos"
Yoani Sánchez, quien desde su blog Generación Y critica la represión e ineficiencia del gobierno cubano, relata el
incidente con el cantante punk Gorki Águila y los cambios políticos, económicos
y sociales que exige buena parte de la sociedad cubana
Joanny Oviedo
Martes, 09 de septiembre de 2008
Diario TalCual
En su portal, "inspirado en
gente como yo, con nombres que comienzan o contienen una `y griega’",
Yoani exorciza sus miedos, denuncia la represión policial en el concierto de
Pablo Milanés y celebra la liberación del cantante del grupo Porno para
Ricardo, Gorki Águila, detenido el 25 de agosto bajo los cargos de "peligrosidad
pre-delictiva", por las letras anticastristas que toca la banda.
Filóloga de profesión, en la
práctica, Yoani sirve de guía turística por las calles de La Habana. Eso sí,
"cuando me dejan", es decir, cuando el Gobierno –el mismo que le
impidió salir de la isla para recibir el Premio Ortega y Gasset de Periodismo
Digital 2008– le permite ganar algo de dinero sin involucrar a los extranjeros
en la lucha que ella ha emprendido por lograr libertades en Cuba. Tras dos
conversaciones telefónicas que quedaron a medias, debido a la congestión de las
líneas telefónicas de la isla, éstas fueron sus declaraciones.
–¿Qué pasó la noche del 28 de agosto?
–Un bloguero cubano en España
(Ernesto Hernández Busto) lanzó en su portal penultimosdias.com una
carta que habían firmado muchos artistas, entre ellos Miguel Bosé y Alejandro
Sanz, pidiéndoles a los participantes del concierto del jueves en la noche,
entre los que estaban Pablo Milanés, Polito Ibáñez y el grupo Los Aldeanos, que
se pronunciaran sobre la liberación de Gorki. Un grupo de amigos y gente que
sigue la banda fuimos a la "Tribuna Antiimperialista" en La Habana , donde se iba a dar
el concierto, a desplegar un cartel para recordarles a los músicos que había un
colega de ellos en prisión. El cartel lo sostuvimos tres personas y los hombres
hicieron un círculo alrededor para protegernos. La pancarta solo duró dos
segundos en el aire, ni siquiera tuvimos tiempo de abrir la segunda.
–Muy violenta. Pienso que buena
parte del público eran funcionarios de la seguridad del Estado vestidos de
civil. Nosotros los detectamos porque entre ellos se parecen mucho en su
comportamiento, en su forma de peinarse y vestirse y su presencia es una
técnica para decir que ha sido el pueblo indignado el que rechazó la protesta,
pero yo creo que todos los cubanos saben de qué se trata. En cuanto a las
telas, solo decían "Gorki", de modo que pudiéramos haber puesto
cualquier cosa y también la hubieran roto, porque el problema no era lo que
decía, sino que no era una de las pancartas que ellos imprimen y distribuyen a
la población para que parezcan espontáneas.
–Presenciaste el juicio de Gorki el 29 de agosto. ¿A qué se referían
las inconsistencias que comentas en tu blog?
–No había pruebas para inculparlo.
Dos testigos eran miembros de la Policía Nacional Revolucionaria y otra era
presidenta de la organización gubernamental Comité de Defensa de la Revolución , así que no
lograron convencer ni a un solo ciudadano de a pie a que fuera a quejarse de
Gorki. Yo creo que en el juicio había una intención de absolverlo, pues se
habían dado cuenta del escándalo internacional que podía generar condenarlo a
unos meses o años de cárcel. Al principio, habían propuesto penarlo por
"peligrosidad pre-delictiva", que puede llevar a cuatro años de
prisión, pero durante el juicio cambiaron la figura delictiva a
"desobediencia", cuya pena se queda en multa (de 600 pesos en el caso
del cantante). Estoy convencida de que la condena fue más suave por la presión
internacional. Por primera vez hemos probado el poder de la red para convocar a
la gente a las causas cubanas.
– Una de las que sostuvo la pancarta, Claudia, comentó en Generación Y que la liberación de Gorki
marcaba un giro del "no se puede" al "se puede".
– Más que probar que se puede, el
caso de Gorki nos ha demostrado todo lo que no hemos hecho. Que hayamos podido
sacarlo de la prisión hace más evidente a todos los que no hemos sacado, a los
que no caminan hoy libres. Me gusta el optimismo de Claudia; sin embargo,
pienso que quedan muchísimos metros de libertad ciudadana por recuperar.
–
¿La experiencia
sirvió para saber que se puede empujar el muro?
– Sí, que el
muro cede si se empuja por muchas manos a la vez y que no hay que esperar a que
las generaciones más viejas lo hagan; la gente joven también tiene que empezar
a empujar su pedazo. El muro no va a caerse por la acción histórica de unos
pocos, ningún kamikaze va a venir a volarse frente al muro, sino que los
ciudadanos, de a poquito, tenemos que empujarlo.
Con menos que perder
La conversación es interrumpida y
sólo se puede restablecer dos días después. Yoani Sánchez vuelve a atender su
celular ligeramente agitada. "Oigo. ¿Me puedes llamar en diez minutos?
Estoy subiendo los catorce pisos a mi apartamento". Los ascensores rusos,
que hace una semana comentó en su blog sustituirían a los averiados soviéticos
de su edificio, no han sido instalados. "Ya están aquí, pero no los han
montado. Eso va a demorar como cuatro meses", explica. Una vez arriba, la
conversación regresa al punto en que había quedado.
–Has dicho que "solo el que tiene algo que perder sopesa sus
actos".
– Cada vez tengo menos que
perder. Los que estábamos en la protesta no dependemos de los privilegios del
Estado, no estamos esperando un ascenso o tener una casa en la playa, ni
ninguna de esas prebendas que vienen cuando una persona ofrece su
incondicionalidad ideológica. Eso nos convierte en un sector que a veces no
calcula la repercusión de sus actos, puesto que no pertenece al grupo de los oportunistas.
Se trata de renunciar a las migajas, decir "está bien, no tengo una vida
más confortable, no puedo viajar adonde quiero o trabajar en lo que me gusta,
pero no estoy pagando el precio de mi silencio".
– ¿Has temido represalias contra tu familia?
–No vivo con mis padres desde
hace 17 años, de modo que no son responsables de mis actos. Por otro lado está
mi pequeña familia: mi marido, Reinaldo Escobar, y mi hijo de trece años. A mi
marido no le pueden arrebatar nada más; perdió su trabajo como periodista en Juventud Rebelde hace muchos años,
incluso antes de conocerme, porque sencillamente su línea de pensamiento no se
ajustaba a la del periódico; desde entonces, ha tenido que sobrevivir como
mecánico de ascensor. Mi hijo es un adolescente que tendrá que enfrentar sus
propios miedos; no puedo seguir paralizada en nombre de no hacerle daño, porque
en el futuro me va a recriminar no haber hecho nada.
–¿Has sido agredida?
–Hasta ahora nadie ha venido a
tocar mi puerta. La represalia más alta fue la negativa a viajar a España a
recoger mi premio de Periodismo. Fuera de eso, trato de no caer en el ciclo de
la victimización, no me gusta paralizarme. Sé que me observan e intervienen mi
teléfono, pero eso no me preocupa, no tengo nada que esconder. Todo lo que
pienso y hago lo publico en el blog, con mi nombre y foto. No estoy preparando
un acto terrorista ni tengo armas. Creo que las mayores campañas en mi contra
se están desarrollando en el mismo terreno en el que yo escribo: Internet. En
sitios como kaosenlared.net y rebelion.org se me trata de
vincular con la CIA
y grupos extremistas. Como dicen, "desacredita, algo siempre queda".
–Estuviste dos años en Suiza, ¿qué te hizo regresar?
–Me fui a Zurich en agosto de
2002. Ahí estuve en un sistema participativo en el que la opinión popular
influye en el mundo de la política y me di cuenta de que Cuba no era el ombligo
del mundo. Ver la isla en la distancia me aclaró el absurdo cotidiano en el que
vivimos, noté la apatía que muchas veces llena a los cubanos para no hacer
nada. Decidí volver en agosto de 2004 porque a la distancia hay muchos vínculos
familiares que se lastiman. También hay un sentimiento de "me fui, no hice
nada para cambiar las cosas". Yo soy de las que cree que los cubanos no
necesitamos más líderes ni gente heroica, sino el empujón de muchos. Entonces,
vine a poner mi grano de arena sin ningunas pretensiones de que yo sola vaya a cambiar
las cosas. Suiza esa es mi segunda patria.
–¿Qué cambios has notado en el gobierno de Raúl Castro?
–Raúl Castro tiene un pecado
original muy serio y es que no ha sido electo por la población. Es un hombre
que ha recibido un país a través de una línea sanguínea dinástica. No nos ha
prometido nada, por lo tanto puedo demorar todo lo que quiera en implementar medidas
de beneficio popular. Algunas cosas han cambiado: no hace muchas presentaciones
públicas ni largos discursos, por lo que ya la novela nunca se atrasa y las
amas de casa están felices. Paralelamente a eso, el hecho de que los cubanos
podamos comprar una computadora o tener un subcontrato de línea para un móvil
son cosas que ya estaban prosperando en la ilegalidad. Desde hace mucho tiempo,
los cubanos estaban comprando computadoras en el mercado negro y teniendo sus
celulares gracias a turistas que hacían los contactos en su nombre. Raúl Castro
solo ha tenido que legalizar un hecho que es imparable. Sin embargo, los
precios elevadísimos que siguen teniendo esos servicios los hacen prohibitivos
para la mayoría de los ciudadanos, lo mismo que con los hoteles, en los que
ahora nos podemos hospedar. Los cubanos están esperando que se legalice la
compra y venta de casas y autos, que se les permita entrar y salir libremente
del país y el gobierno se abra a las libertades ciudadanas y económicas.
–Si tuvieras una Cuba libre, ¿cuáles serían tus planes?
–No tengo aspiraciones políticas,
creo es una tarea muy ingrata. Me encantaría fundar junto a un grupo de amigos
un periódico, para ayudar a otros que tienen opiniones y no saben cómo ponerlas
por escrito.
–¿Cuál es tu canción preferida de Porno para Ricardo?
–Tienen un disco que se llama
"A mí no me gusta la política, pero yo le gusto a ella, compañeros",
que me parece que engloba la saturación de política que tenemos los cubanos, a
los que no nos cabe una gota más de mensajes revolucionarios. Las canciones de
la banda son como un electroshock para despertar de la indiferencia. Pues
bienvenido sea el corrientazo que al menos nos saca de este letargo.
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