"El muro no va a caerse por la acción de unos pocos"

Yoani Sánchez, quien desde su blog Generación Y critica la represión e ineficiencia del gobierno cubano, relata el incidente con el cantante punk Gorki Águila y los cambios políticos, económicos y sociales que exige buena parte de la sociedad cubana

Joanny Oviedo
Martes, 09 de septiembre de 2008
Diario TalCual 


Con 33 años recién cumplidos el pasado jueves, Yoani Sánchez siente la premura del tiempo. La creadora del blog Generación Y espera que al apagar las próximas velitas "no tenga que gastar un deseo en pedir una Cuba más plural".

En su portal, "inspirado en gente como yo, con nombres que comienzan o contienen una `y griega’", Yoani exorciza sus miedos, denuncia la represión policial en el concierto de Pablo Milanés y celebra la liberación del cantante del grupo Porno para Ricardo, Gorki Águila, detenido el 25 de agosto bajo los cargos de "peligrosidad pre-delictiva", por las letras anticastristas que toca la banda.

Filóloga de profesión, en la práctica, Yoani sirve de guía turística por las calles de La Habana. Eso sí, "cuando me dejan", es decir, cuando el Gobierno –el mismo que le impidió salir de la isla para recibir el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital 2008– le permite ganar algo de dinero sin involucrar a los extranjeros en la lucha que ella ha emprendido por lograr libertades en Cuba. Tras dos conversaciones telefónicas que quedaron a medias, debido a la congestión de las líneas telefónicas de la isla, éstas fueron sus declaraciones.

–¿Qué pasó la noche del 28 de agosto?
–Un bloguero cubano en España (Ernesto Hernández Busto) lanzó en su portal penultimosdias.com una carta que habían firmado muchos artistas, entre ellos Miguel Bosé y Alejandro Sanz, pidiéndoles a los participantes del concierto del jueves en la noche, entre los que estaban Pablo Milanés, Polito Ibáñez y el grupo Los Aldeanos, que se pronunciaran sobre la liberación de Gorki. Un grupo de amigos y gente que sigue la banda fuimos a la "Tribuna Antiimperialista" en La Habana, donde se iba a dar el concierto, a desplegar un cartel para recordarles a los músicos que había un colega de ellos en prisión. El cartel lo sostuvimos tres personas y los hombres hicieron un círculo alrededor para protegernos. La pancarta solo duró dos segundos en el aire, ni siquiera tuvimos tiempo de abrir la segunda.

–¿Cómo fue la respuesta de las autoridades?
–Muy violenta. Pienso que buena parte del público eran funcionarios de la seguridad del Estado vestidos de civil. Nosotros los detectamos porque entre ellos se parecen mucho en su comportamiento, en su forma de peinarse y vestirse y su presencia es una técnica para decir que ha sido el pueblo indignado el que rechazó la protesta, pero yo creo que todos los cubanos saben de qué se trata. En cuanto a las telas, solo decían "Gorki", de modo que pudiéramos haber puesto cualquier cosa y también la hubieran roto, porque el problema no era lo que decía, sino que no era una de las pancartas que ellos imprimen y distribuyen a la población para que parezcan espontáneas.

–Presenciaste el juicio de Gorki el 29 de agosto. ¿A qué se referían las inconsistencias que comentas en tu blog?
–No había pruebas para inculparlo. Dos testigos eran miembros de la Policía Nacional Revolucionaria y otra era presidenta de la organización gubernamental Comité de Defensa de la Revolución, así que no lograron convencer ni a un solo ciudadano de a pie a que fuera a quejarse de Gorki. Yo creo que en el juicio había una intención de absolverlo, pues se habían dado cuenta del escándalo internacional que podía generar condenarlo a unos meses o años de cárcel. Al principio, habían propuesto penarlo por "peligrosidad pre-delictiva", que puede llevar a cuatro años de prisión, pero durante el juicio cambiaron la figura delictiva a "desobediencia", cuya pena se queda en multa (de 600 pesos en el caso del cantante). Estoy convencida de que la condena fue más suave por la presión internacional. Por primera vez hemos probado el poder de la red para convocar a la gente a las causas cubanas.

Una de las que sostuvo la pancarta, Claudia, comentó en Generación Y que la liberación de Gorki marcaba un giro del "no se puede" al "se puede".
– Más que probar que se puede, el caso de Gorki nos ha demostrado todo lo que no hemos hecho. Que hayamos podido sacarlo de la prisión hace más evidente a todos los que no hemos sacado, a los que no caminan hoy libres. Me gusta el optimismo de Claudia; sin embargo, pienso que quedan muchísimos metros de libertad ciudadana por recuperar.

      ¿La experiencia sirvió para saber que se puede empujar el muro?
– Sí, que el muro cede si se empuja por muchas manos a la vez y que no hay que esperar a que las generaciones más viejas lo hagan; la gente joven también tiene que empezar a empujar su pedazo. El muro no va a caerse por la acción histórica de unos pocos, ningún kamikaze va a venir a volarse frente al muro, sino que los ciudadanos, de a poquito, tenemos que empujarlo.

Con menos que perder

La conversación es interrumpida y sólo se puede restablecer dos días después. Yoani Sánchez vuelve a atender su celular ligeramente agitada. "Oigo. ¿Me puedes llamar en diez minutos? Estoy subiendo los catorce pisos a mi apartamento". Los ascensores rusos, que hace una semana comentó en su blog sustituirían a los averiados soviéticos de su edificio, no han sido instalados. "Ya están aquí, pero no los han montado. Eso va a demorar como cuatro meses", explica. Una vez arriba, la conversación regresa al punto en que había quedado.

Has dicho que "solo el que tiene algo que perder sopesa sus actos".
– Cada vez tengo menos que perder. Los que estábamos en la protesta no dependemos de los privilegios del Estado, no estamos esperando un ascenso o tener una casa en la playa, ni ninguna de esas prebendas que vienen cuando una persona ofrece su incondicionalidad ideológica. Eso nos convierte en un sector que a veces no calcula la repercusión de sus actos, puesto que no pertenece al grupo de los oportunistas. Se trata de renunciar a las migajas, decir "está bien, no tengo una vida más confortable, no puedo viajar adonde quiero o trabajar en lo que me gusta, pero no estoy pagando el precio de mi silencio".

– ¿Has temido represalias contra tu familia?
–No vivo con mis padres desde hace 17 años, de modo que no son responsables de mis actos. Por otro lado está mi pequeña familia: mi marido, Reinaldo Escobar, y mi hijo de trece años. A mi marido no le pueden arrebatar nada más; perdió su trabajo como periodista en Juventud Rebelde hace muchos años, incluso antes de conocerme, porque sencillamente su línea de pensamiento no se ajustaba a la del periódico; desde entonces, ha tenido que sobrevivir como mecánico de ascensor. Mi hijo es un adolescente que tendrá que enfrentar sus propios miedos; no puedo seguir paralizada en nombre de no hacerle daño, porque en el futuro me va a recriminar no haber hecho nada.

–¿Has sido agredida?
–Hasta ahora nadie ha venido a tocar mi puerta. La represalia más alta fue la negativa a viajar a España a recoger mi premio de Periodismo. Fuera de eso, trato de no caer en el ciclo de la victimización, no me gusta paralizarme. Sé que me observan e intervienen mi teléfono, pero eso no me preocupa, no tengo nada que esconder. Todo lo que pienso y hago lo publico en el blog, con mi nombre y foto. No estoy preparando un acto terrorista ni tengo armas. Creo que las mayores campañas en mi contra se están desarrollando en el mismo terreno en el que yo escribo: Internet. En sitios como kaosenlared.net y rebelion.org se me trata de vincular con la CIA y grupos extremistas. Como dicen, "desacredita, algo siempre queda".

–Estuviste dos años en Suiza, ¿qué te hizo regresar?
–Me fui a Zurich en agosto de 2002. Ahí estuve en un sistema participativo en el que la opinión popular influye en el mundo de la política y me di cuenta de que Cuba no era el ombligo del mundo. Ver la isla en la distancia me aclaró el absurdo cotidiano en el que vivimos, noté la apatía que muchas veces llena a los cubanos para no hacer nada. Decidí volver en agosto de 2004 porque a la distancia hay muchos vínculos familiares que se lastiman. También hay un sentimiento de "me fui, no hice nada para cambiar las cosas". Yo soy de las que cree que los cubanos no necesitamos más líderes ni gente heroica, sino el empujón de muchos. Entonces, vine a poner mi grano de arena sin ningunas pretensiones de que yo sola vaya a cambiar las cosas. Suiza esa es mi segunda patria.

–¿Qué cambios has notado en el gobierno de Raúl Castro?
–Raúl Castro tiene un pecado original muy serio y es que no ha sido electo por la población. Es un hombre que ha recibido un país a través de una línea sanguínea dinástica. No nos ha prometido nada, por lo tanto puedo demorar todo lo que quiera en implementar medidas de beneficio popular. Algunas cosas han cambiado: no hace muchas presentaciones públicas ni largos discursos, por lo que ya la novela nunca se atrasa y las amas de casa están felices. Paralelamente a eso, el hecho de que los cubanos podamos comprar una computadora o tener un subcontrato de línea para un móvil son cosas que ya estaban prosperando en la ilegalidad. Desde hace mucho tiempo, los cubanos estaban comprando computadoras en el mercado negro y teniendo sus celulares gracias a turistas que hacían los contactos en su nombre. Raúl Castro solo ha tenido que legalizar un hecho que es imparable. Sin embargo, los precios elevadísimos que siguen teniendo esos servicios los hacen prohibitivos para la mayoría de los ciudadanos, lo mismo que con los hoteles, en los que ahora nos podemos hospedar. Los cubanos están esperando que se legalice la compra y venta de casas y autos, que se les permita entrar y salir libremente del país y el gobierno se abra a las libertades ciudadanas y económicas.

–Si tuvieras una Cuba libre, ¿cuáles serían tus planes?
–No tengo aspiraciones políticas, creo es una tarea muy ingrata. Me encantaría fundar junto a un grupo de amigos un periódico, para ayudar a otros que tienen opiniones y no saben cómo ponerlas por escrito.

–¿Cuál es tu canción preferida de Porno para Ricardo?
–Tienen un disco que se llama "A mí no me gusta la política, pero yo le gusto a ella, compañeros", que me parece que engloba la saturación de política que tenemos los cubanos, a los que no nos cabe una gota más de mensajes revolucionarios. Las canciones de la banda son como un electroshock para despertar de la indiferencia. Pues bienvenido sea el corrientazo que al menos nos saca de este letargo.



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